lunes, 15 de diciembre de 2008

AROMA DE GARDENIAS


Una tarde al regresar del trabajo no la encontró. La muchacha tenía por costumbre ausentarse, pero en esa ocasión había transcurrido mucho tiempo y no regresaba. Al día siguiente viajó a los pueblos vecinos, después se desplazó más lejos hasta emprender largas travesías cuando alguien le informaba que la había visto, ya fuera en el campo trabajando la tierra o en la ciudad caminando por las calles sin rumbo aparente.

Al fondo del camino empedrado, con matorrales a lado y lado, se divisa la pequeña villa. Sus muros blancos brillan como espejos por el golpe de sol que los baña. El hombre se detiene a beber un poco de agua.

¿Qué sorpresa me esperará en este lugar?.

Gardenia era una muchacha de grandes ojos oscuros y pelo tan negro como ala de cuervo. Desde que la conoció le produjo una impresión extraña y placentera a un mismo tiempo.

Alguien le aseguró que se encontraba en el lugar; después de un largo peregrinaje y faltando muy poco para llegar a la primera calle, se desmayó. Algunos parroquianos lo recogieron, llevándolo a la única posada que existía. La dueña, una mujer regordeta y parlanchina salió a su encuentro y entre todos lo acostaron. Ella le quitó los zapatos y luego lo cubrió con una frazada de color indefinido, producto de innumerables lavadas.

Lo despertó el rayo de sol que entraba por la ventana semiabierta. Sentado al borde de la cama, aun somnoliento se preguntó que hacía en ese lugar.

¿Por dónde debía empezar a buscar a su mujer?.

Se metió al baño, necesitaba reanimarse. Este era un cubículo estrecho y bajo. Se restregó con dificultad, quitándose el sudor y el polvo acumulados en el viaje.

Enseguida buscó a la posadera y sin darle explicaciones le contó el motivo de su visita. Le hizo una descripción de la muchacha asegurándole que estaba allí. De la cara de la mujer se borró de inmediato la sonrisa.

“Señor, es imposible que recuerde a todas las personas que vienen aquí”

“Es que mi mujer no es cualquier persona, es muy bella para pasar desapercibida”, ¿me entiende?

“Entonces puede ser que nunca vino, a lo mejor siguió su camino sin detenerse”

No señora, estoy seguro de que está en este pueblo. Necesito saber en dónde.
“Por favor no me pida un imposible. La única persona que conocí con esa descripción murió muy joven, de esto hace alrededor de quince años”

¡Eso no puede ser!

“Mi mujer tiene 25. Estoy seguro que usted sabe su paradero pero por alguna razón no quiere decirme”.

“Mire señor, mejor vaya donde el cura, y pregúntele por Amalia.”.

¿Cuál Amalia? “Su nombre es Gardenia”.

Por un momento creyó que su interlocutora se iba a caer. Enojado salió de la posada, corriendo a la iglesia en busca del sacerdote.

¿Señor cura, dígame cual es el secreto que ustedes esconden?. ¡A mi lo único que me interesa es saber que pasó con mi mujer!.

¿Está seguro de querer conocer esa historia?.

“Claro, no en vano llevo meses de un lugar a otro preguntando por ella. Esta duda no me deja vivir”.

“Amalia contrajo matrimonio con un anciano muy rico. Recién casados se fueron a vivir lejos de aquí. Al poco tiempo llegó la noticia de que el viejo, en un arranque de celos la mató y luego se suicidó”.

“Hace varios meses llegó a la villa una mujer idéntica a Amalia. Sólo la tristeza en sus ojos, el profundo silencio y la forma de caminar como si flotara en el aire, hacía pensar que sé
trataba de otra. Se alojó en la posada encerrándose en el cuarto. Al otro día salió sin que nadie se diera cuenta, tan misteriosamente como había llegado, dejando impregnado el ambiente de un fuerte olor a gardenias”.

“De tal suerte querido amigo que si su historia es verdadera, nuestra Amalia es su misma Gardenia”.

Camilo caminaba deprisa, sentía terror de que la mano helada de la mujer lo detuviera.

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Escribo poesía, cuento corto y compongo canciones al amor y al desamor. Amo la naturaleza con todo lo que contiene. Me encanta mirar los árboles, su magnificencia, me los imagino como grandes seres llenos de sabiduría, aprendida de todo lo que han oido y visto desde su altura. Amo a los niños lo mas grande del ser humano. Aborrezco la guerra que siemrpe será inutil porque todos perdemos, nunca nadie a ganado nada con ella, solo muerte y desolación.